Hoy China constituye el principal motor del crecimiento económico mundial. Pero existe un riesgo, por aceleración de la inflación o por implosión de la burbuja inmobiliaria. Federico Feriarse.
Desde la filosofía china del Shing y el Shang hasta la mitología griega con la Espada de Damocles, moralejas del tipo “todo lo bueno esconde algo malo” resultan moneda corriente. Muchísimo tiempo después y llevado a la coyuntura económica internacional, nada mejor para ilustrar la situación actual del gigante asiático.
Con una tasa de crecimiento promedio del 10 por ciento anual desde 1980, año en el estaba en el puesto 11 del ranking de los tamaños de las economías, pasó a ocupar el segundo lugar en la economía mundial después de Estados Unidos en términos de tamaño, dejando atrás a países como Japón, Alemania e Inglaterra. En 2009 fue el principal productor de autos, superando incluso a Estados Unidos y también el mayor exportador global. Hoy China constituye el principal motor del crecimiento económico mundial. Si en 2001 su contribución al crecimiento mundial era de 0,7 puntos porcentuales, en 2010 habría ascendido a 1,7 puntos.
Pero su papel protagónico no termina en la esfera de la economía real: con un nivel de reservas que supera los 2,6 billones de dólares y un superávit externo de 185.000 millones, China se ha convertido en el acreedor más grande del planeta. Sólo Estados Unidos le debe 800.000 millones. Sin embargo, la dinámica de fuerte crecimiento chino también viene de la mano de riesgos potenciales, no sólo para el gigante asiático sino también para la recuperación económica del mundo.
La aceleración de la inflación (hoy en 4,6 por ciento anual) impulsada por los precios de los alimentos (9,5 por ciento anual) en una coyuntura de economía sobrecalentada, es un condimento esencial de descontento social e inestabilidad política. Aún en una economía donde la existencia de instituciones rígidas y un ejército de reserva que tiende a infinito (más de 600 millones de chinos que viven afuera de las ciudades) contiene desde el vamos la puja salarial. Al mismo tiempo, la fuerte expansión del crédito bancario destinado a la construcción residencial no deja de tener un tinte de burbuja de hipotecas subprime en Estados Unidos. En este contexto, el riesgo de un aterrizaje forzoso de la economía china ya sea por aceleración de la inflación o por implosión de la burbuja inmobiliaria implica una incertidumbre para los mercados financieros globales. Evidentemente, la velocidad de ajuste de la economía china hacia un crecimiento más balanceado, dependerá sensiblemente del timing y la agresividad de las medidas de política, sin descartar escenarios de ruido sistémico en los mercados.
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